¿Para qué?
Para escapar. Salir corriendo. Para llevar esa duda que tienes o ese problema a alguien que desde ahí arriba pueda ayudarte. Para hacerle saber al mundo, que esta noche quizá la pena no te deje dormir, pero coger un globo y soltarlo al cielo con la esperanza de que todo cambie.
Una noche mala no es una vida. Cien noches malas no es una vida.
Todo cambia. Coge un globo y piensa en lo que más quieres que cambie. En lo que te quita el sueño. Y concéntrate.
Extiende tu mano y siente cómo el globo se siente destinado a la nada. A volar.
Y recorre en ti una adrenalina que no es más que el vacío de gravedad.
Y no entiendes nada. No entiendes por qué estás echando a volar ese globo.
Aunque quizá sepas perfectamente que el motivo es: para que si todavía queda alguien que te quiera de verdad y a quién realmente quieras, para que venga a por ti. Y escapar.
Bueno no, escapar ya no más. Vivir.
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