lunes, 21 de noviembre de 2011

Taza de café.

¿Qué guardas ahí?
Nada.
Oye yo tan solo quería...
No tienes por qué hacerlo.
¿El qué?
Pedir disculpas.
Pero,...
Lo digo en serio. Al fin y al cabo tú y yo nunca nos hemos entendido. Tú pensabas en unas cosas mientras yo pensaba en otras. Nunca hemos sabido prolongar una conversación más allá del: parece que va a llover... Y quizá esta sea la primera vez que lo estemos haciendo.
¿Eso es bueno?
No lo sé. Pero es importante. Al menos para mí. ¿Sabes? Cuando te vi pegar ese portazo, lo primero que se me vino es que estabas loco. Y ahora pienso otra cosa. Incluso el minuto después de que lo dieras, ya pensaba distinto. Es como si algo me hubiera conectado a ti y entonces hubiera empezado a entenderlo todo. Saliste corriendo. Y no te culpo. Por un momento actuaste bajo los efectos de la adrenalina y tensión. Y lo entiendo. Y no por ello espero que me entiendas a mí también. Cuando te oí gritar todo eso, dos segundos después caíste rendido y te dormiste, yo, estaba demasiado emocionada como para dormir, así que me tiré toda la noche tragando techo, y las noches de la semana siguiente lo mismo. Ni tú ni yo nos habíamos entendido antes. ¿De dónde vienes? Blanco. ¿Qué tal? Negro. Hablábamos idiomas distintos que sin embargo compartían el sentimiento. Y traduje cada palabra con cada grito que pegaste. Te entendí. Y entonces pude ser capaz de ver que lo que me unía tanto a ti, no era el entendimiento mutuo. Sino que los dos entendíamos de la misma manera la vida. Un caos regalado, que te pide cuentas, te golpea y de vez en cuando (repito solo de vez en cuando) te sorprende (gratamente), y que la mayor parte del tiempo te mira expectante a que metas la pata. No entendía tu mirada, ni tus labios, no nos pertenecíamos. Pero la vida no comparte normas con los mortales. Solamente espero que algún día entiendas que lo que guardo entre manos, es un intento fallido de reconquista. Es una tonta ilusión Made in China, que me ha dicho que voy a poder. Y lo peor de todo es que me lo he creído. Ahora, te entiendo. Ahora que tú ya has dejado de entender. Yo lo hago. ¡Qué curioso! ¿verdad? Hay amores sencillamente indescriptibles. No me he tatuado en ninguna parte tu nombre, ni te he pedido matrimonio. Hay veces que quisiera alejarme y ver las cosas en tono más claro. Pero lo cierto es que la gravedad me une a tu oído, porque siento que necesito que en el fondo quiero que pacientemente liberes tu oído, guardes secretos encantados y suspires cuando termine de decírtelo... Hay amores que sencillamente son indescriptibles.

1 comentario:

  1. Mola!
    Todos los amores son indescriptibles, creo que si lo puedes describir, no es amor.
    Un beso!

    ResponderEliminar